Alfonso II gobernaba en Asturias en el siglo IX en el momento que le llegó la noticia de que se habían encontrado los restos del Apóstol Santiago. Cuando el monarca se enteró de lo ocurrido, se movió desde donde se encontraba para ver que era cierto, siendo el primero en realizar un tramo del que hoy conocemos como el Camino de Santiago.
Una vez que vio que era cierto, ordenó que en ese mismo lugar se construyera un sepulcro, para que todo el mundo que deseara pudiera rendirle culto.
Cuando la noticia iba llegando cada vez a más lugares, muchas personas iban a diario para mostrarle su respeto al Apóstol. La influencia de que cada vez fueran a visitar el sepulcro más personas, dio lugar a que tanto el clero como las familias más nobles adecuaran los antiguos caminos o calzadas romanas construyeron puentes, hospicios y hospitales a donde los peregrinos podían acceder.
Cuando el papa León III declaró que los restos del Apóstol eran reales, se nombró la ruta jacobea como Patrimonio Universal de la Humanidad.
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