La primera cruzada fue el 27 de noviembre de 1095 por el papa Urbano II en Francia. Se trataba de expulsar a un pueblo exclavizado por demonios. Los turcos habían ocupado las tierras sagradas. Desde el pontificado de Gregorio VII y la Batalla de Manzikert en la que fueron derrotadas las fuerzas bizantinas.
Europa se había convertido en un campo de batalla incesante con conflictos y guerras infinitas. La intención era unir a las facciones feudales con el enemigo. Llevar la guerra a los infieles  era una contienda digna de llevarse a cabo, proclamado por el papa Urbano II.
Para el hombre medieval, esta indulgencia fue un motivo muy poderoso para unirse a la Cruzada.

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